La lluvia y el mal tiempo se erigieron como protagonistas inesperados en la madrugada del Jueves Santo en Miguelturra, forzando la suspensión de uno de los eventos más esperados por los feligreses de la región: la Procesión del Silencio. Cada año, esta marcha solemne, encabezada por la venerada imagen de Jesús Nazareno de Medinaceli, recorre las calles del municipio en un profundo acto de fe y reflexión, haciendo paradas significativas en cada estación del Viacrucis. Sin embargo, la persistente amenaza de precipitaciones a la medianoche alteró estos planes tradicionales.
Las campanas de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción resonaron en lugar del silencio acostumbrado, convocando a los devotos a una intimidad contemplativa diferente. Ante el dilema meteorológico, la comunidad religiosa optó por trasladar el solemne Viacrucis al interior del templo, preservando así el espíritu de la festividad, aunque bajo un techo que resguardara de la intempestiva lluvia.
La imagen de Jesús Nazareno de Medinaceli ocupó su lugar en el altar mayor, centro de miradas atentas y corazones contritos. En un ambiente cargado de recogimiento, se procedió a la meditación de las estaciones del Viacrucis en el interior de la iglesia, donde las plegarias y las reflexiones reemplazaron el eco de los pasos en la calle.
Este cambio forzado, aunque custodia la esencia de la devoción, dejó entrever el sentimiento de pérdida entre los asistentes, que cada año encuentran en la Procesión del Silencio un acto de comunión con su entorno y su memoria espiritual. No obstante, la comunidad de Miguelturra demostró una vez más su resiliencia, encontrando en la adversidad una oportunidad para fortalecer su fe colectiva y adaptarse sin quebrantar la solemnidad del evento.
La decisión, aunque difícil, subrayó la importancia de la seguridad de los asistentes y la integridad de las tradiciones, revelando nuevamente cómo la fe es capaz de sobrellevar las inclemencias del tiempo. Aquellos que acudieron a la llamada del Jueves Santo encontraron consuelo en la comunión interna, en una liturgia que, aunque confinada al interior de la iglesia, resonó con la fuerza y devoción habituales en las calles de Miguelturra.
Nota del Ayuntamiento de Miguelturra.